lunes, 16 de septiembre de 2013

Parte de nuestra historia.










En una zona situada apenas al suroeste del casco urbano de Fray Bentos, de su puerto natural que dio vida a la localidad hacia 1859 y en la continuación de las costas barrancosas del Río Uruguay, la presencia de otro puerto motivó un emprendimiento comercial que nos deja, a 150 años de aquel momento, una huella urbana destacada que podemos conocer en lo que hoy se llama el Barrio Anglo de Fray Bentos. Hoy tenemos el Museo de la Revolución Industrial, en las instalaciones del Frigorífico Anglo. El año 1865 parece ser el del verdadero despegue de la actividad comercial e industrial. Como se sabe, el éxito de los pedidos de extracto de carne en la Farmacia Real de Munich, sobrepasaron inmediatamente lo producido en el pequeño saladero de Fray Bentos, obligando ello a una reestructura empresarial que determinó que se clausurara la "Giebert et Compagnie" y se creara, en diciembre de este año, la LEMCO (Liebig Extract of Meat Company Limited)





La historia de esta industria y la formación del poblado urbano alrededor de ella, la cuenta René Boretto en "El Barrio Anglo de Fray Bentos: Un ejemplo de "Company Town" en el Uruguay". Vale la pena leerla y viajar a Fray Bentos a conocerlo. En 1987 de declara bien protegido Monumento Histórico Nacional a la totalidad de edificaciones equipamiento: mobiliario y máquinas, que pertenecieron a la antigua planta industrial del ex - frigorífico Liebigs y el barrio obrero conocido como Barrio Anglo. En el año 2008 se extiende dicha protección a todo el complejo industrial Anglo (instalación fabril y puerto) al barrio mismo, la pandilla, la zona del golf, el camino de Tropa, los corrales, la zona de las "Romerías", el basurero histórico y a las zonas naturales: barrancas y espacios verdes.

Los expertos de UNESCO viajaron el jueves 28 de abril a Fray Bentos en un helicóptero puesto a disposición por la Presidencia de la República Oriental del Uruguay. El admirado silencio de los visitantes cuando sobrevolaron el sitio sugiere que con un plan de gestión territorial que priorice su conservación, su interpretación cultural y su apropiación colectiva, con el apoyo gubernamental a una iniciativa nacida en la población, y cooperación internacional, parece irreversible que el antiguo complejo agro industrial será el segundo Patrimonio de la Humanidad del país. El saladero y su entorno del río Uruguay están propuestos como Paisaje Cultural e Industrial. Sobre la base de la investigación compartida con René Boretto Ovalle, publicada en la Colección Los ojos de la memoria, Gijón, España (Editorial Incuna, 2006). El Sistema Patrimonial Barrio Anglo-Paisaje Cultural de Fray Bentos fue seleccionado por los organismos asesores de UNESCO para su ingreso a un programa de colaboración con las buenas prácticas patrimoniales y para la conformación de un expediente de nominación a la Lista de la Convención del Patrimonio Mundial. “Posee una historia sobrecogedora, con todas las argumentaciones que demuestran cuánto han significado sus frigoríficos y sucompany town para la historia universal”, afirma la arqueóloga española Nuria Sanz, jefa de la Sección América Latina y el Caribe del Centro del Patrimonio Mundial. En la postulación trabaja la Comisión de Gestión del Anglo, integrada por la Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial, la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, la Intendencia de Río Negro y agentes locales. “La memoria del sitio está my bien instalada y la predisposición social del lugar tiene muy buena salud, por lo que se justifica la apertura de un expediente en la Convención”, opina Sanz, quien visitó el sitio el jueves 28 de abril, acompañada por el embajador Omar Mesa, representante uruguayo ante UNESCO, el experto chileno Óscar Acuña y por jerarcas del gobierno nacional. Fueron recibidos por Omar Lafluf, intendente de Río Negro, técnicos y funcionarios municipales, y vecinos, muchos de ellos, ex trabajadores del frigorífico. “Ahora hay que ajustarse a un formulario estricto, específico, pero veo muchas posibilidades de que el resultado sea su ingreso a la Lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad. No es sólo voluntad política. Es también apoyo institucional, compromiso con el territorio y concertación colectiva, con el objetivo de conservar el valor del sitio.” Sanz solicitó que el helicóptero sobrevolara dos veces sobre el espacio patrimonial, una al arribo y otra antes del retorno a Montevideo. “Conmueve su dimensión humana”, concluyó.




Sistema Patrimonial Industrial Anglo





Fue credo en diciembre de 2008 por un equipo interdisciplinario del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, Ministerio de Industria, Energía y Minería, Ministerio de Turismo y Deporte y la Intendencia de Río Negro. Se trata de un movimiento inédito con el objetivo de valorar, interpretar, difundir y proteger el patrimonio industrial remanente del ex Saladero Liebig y el Frigorífico Anglo de Fray Bentos. De esta forma fue creada la Comisión de Gestión Anglo, integrada por los arquitectos Mauro Delgrosso (Intendencia de Rio Negro), Ricardo Cordero (Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación), Elba Fernández (Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial-DINOT) y René Boretto Ovalle como técnico especializado en el sitio.



Carne de Cañón

La anécdota es mínima, en apariencia. La carta de un joven soldado que padeció el desembarco aliado de Gallipoli, en la Primera Guerra Mundial, alienta el recuerdo de una de las mayores agroindustrias del planeta. La multinacional de carácter alemán, pero con capital anglo–belga, luego totalmente británica, puso en valor productivo las investigaciones de Justus von Liebig, fundador de la química orgánica: extracto de carne, sopa en cubos, conservas enlatadas y café soluble. La planta fabril recibió decenas de miles de trabajadores de más de sesenta naciones, en casi doce décadas de actividad. Solo entre 1914 y 1918 comercializó cien millones de OXO cubes y doscientos millones de latas de corned beef, que alimentaron a ejércitos y exploradores. Tenía haciendas en la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, un puerto propio de aguas profundas, dos company town –el Barrio Anglo en Fray Bentos y el Pueblo Liebig en la entrerriana Colón– y una zona residencial para gerentes y diplomáticos, alrededor de la legendaria Casa Grande, sede real del viceconsulado inglés en el Río de la Plata. El gigante cayó en un acelerado proceso de decadencia luego de la segunda posguerra mundial, víctima de la reconstrucción económica europea. Lo compró el estado uruguayo en 1971. Parecía un buen negocio, pero los británicos se llevaron sus inversores, sus contactos y su instinto voraz. La planta cerró definitivamente en 1979, tras el tiro de gracia dictatorial. Hoy es sede de un museo único en la región, que custodia una memoria gloriosa, que evoca aquél tiempo de «vacas gordas» cuando el alimento ponía a Uruguay en boca de todo el mundo. Cuando la marca Fray Bentos era sinónimo de «lo mejor». Un sello de calidad irrepetible, que sigue presente en la memoria colectiva de millones de consumidores. Que aguarda un merecido reconocimiento como patrimonio de la humanidad, porque allí nació la revolución industrial sudamericana.



UN POCO DE HISTORIA...




El apreciado extracto de Liebig reducía en un solo kilo, el valor nutritivo, el aroma y el sabor de 32 kilos de carne. Fue famoso en el mundo, por su bajo precio, su uso sencillo y su higiene imbatible. Era la base de un caldo para consumo familiar, hospitalario y social, pero, pronto fue requerido por ejércitos y armadas que se movilizaban en el convulsionado Viejo Mundo, y por exploradores que avanzaban en territorios desconocidos. Las pequeñas latas fueron utilizadas por Fridtjof Nansen en su expedición al Polo Sur y por Robert Peary en sus aventuras árticas. Por Henry Morton Stanley y David Levingston, en sus experiencias coloniales centroafricanas y por John Allock y Arthur Brown en el primer vuelo transatlántico. Pero fue negocio multinacional a partir de la guerra franco–prusiana y tras el ingreso de las tropas británicas en el conflicto con los bóers sudafricanos. La firma respondió con una diversificación de productos y subproductos que aprovechaba decenas de miles de vacunos y lanares que se faenaban en el saladero fraybentino. En la explotación intensiva y extensiva lo que más preocupó al principio fue el desecho: el contenido de las panzas, los excrementos, la sangre de los animales que diariamente caían bajo los marrones. Hacia 1870 Liebig inventó un proceso de mezcla de estos residuos, secados, centrifugados y molidos. El novedoso abono orgánico obtuvo rápida aceptación como sustituto de las heces de aves marinas peruanas. El fertilizante químico hecho con restos y desechos se le llamó, por añadidura, guano. En el puerto de ultramar era incesante la entrada y salida de balandras, polacras y bergantines de todas las banderas, nunca menos de medio centenar por año. Traían sal, carbón de coque y material de construcción, para una fábrica que se expandía. Llevaban hacia Europa, extracto de carne, tasajo, cueros salados, huesos cortados y molidos en polvo fino, garras y pezuñas, cuernos y fertilizante por toneladas. En la dársena atracaban hasta tres naves juntas, que eran cargadas simultáneamente mediante pasarelas de madera. Una grúa a vapor, de las primeras del país, ayudaba en la tarea. La empresa, que tenía oficinas centrales en Londres y depósito en Amberes, adquirió o arrendó 34 estancias, once en territorio uruguayo, en el sur de Brasil, en la Argentina y Paraguay, hasta sumar miles de hectáreas donde estableció centros de producción a gran escala, como en Zeballos Cué, localidad cercana a Asunción. En la ciudad entrerriana de Gualeguaychú, en la margen argentina del río Uruguay, fue construida una planta que no prosperó. Sí fue exitosa la ubicada cerca de Colón, algunos kilómetros al norte. A su alrededor se formó el Pueblo Liebig.